viernes, 11 de septiembre de 2015

La verdad


Dos hombres se encuentran en un bar y conversan animadamente sobre diferentes
temas. El mozo se acerca y les entrega la carta para que hagan su pedido y ellos en silencio observan la oferta gastronómica.

-¿Te parece bien un café?
-No, en ayunas me provoca acidez, mejor pido una gaseosa.
-Ojo, la gaseosa puede provocarte gases
-Si, pero no me provoca acidez, que es algo que me molesta mucho
-Leí un artículo sobre las gaseosas y tienen mucho azúcar, hace realmente mucho daño.
-El café también hace daño, para el caso.
-Pero menos que la gaseosa
-No, el café es peor, estoy convencido
-Estás loco. preguntémosle al mozo. ¡Mozo!

El mozo se acerca y escucha atentamente a los clientes, quienes le consultan si el café hace más daño que la
gaseosa o si la respuesta es inversa. Claro está, el mozo solo se dedica a servir, por lo que les indica que
no puede responder la pregunta, pero que escuchó en un programa de televisión que el café y la gaseosa son
igual de perjudiciales para la salud.

-¿Cómo que igual? dicen al unísono ambos clientes al mozo
-Sí, eso escuché y lo dijo un especialista.
-No puede ser, si son bebidas completamente diferentes. La gaseosa es peor que el café
-Que no, te digo que el café es peor
-Son igualmente perjudiciales -replica el mozo-
-Ustedes no saben nada, es la gaseosa -alza la voz-

Al escuchar la discusión, se acerca el dueño del bar, preocupado por la atención que están recibiendo
sus clientes.

-Buenas tardes, caballeros
-Buenas tardes
-¿Hay algún problema?
-Sí, que su mozo dice que el café y la gaseosa son igual de perjudiciales para la salud y eso es
una completa estupidez.
-¿Eso dijo? es ridículo. todos sabemos que un café o una gaseosa no pueden ser perjudiciales para la salud.
-¿Cómo dice?
-Que no pueden ser perjudiciales para la salud, debe tomar litros y litros de cada bebida para poder afirmar que sean perjudiciales para la salud.
-No, disculpe, pero estamos debatiendo qué es peor, si la gaseosa o el café, y estoy seguro que es la gaseosa.
-¡No, el café!
-¡Los dos por igual!
-¡Ninguno es perjudicial!
-Bueno, me voy, ustedes son unos ignorantes, es una pérdida de tiempo discutir con gente mentirosa como ustedes
-Andate, pelotudo... y tomate todo el café que quieras hasta reventar, te regalo un pasaje a Colombia
-Señores, creo que deben retirarse. -dice el mozo-
-Vos callate y andá a la cocina, mirá el quilombo que armaste
-¿Yo? pero si un especialista dijo que son igual de perjudiciales
-Qué especialista ni nada, yo tengo un primo médico y sé perfectamente que un café o una gaseosa no pueden
ser perjudiciales para la salud, andá, rajá o te despido ya mismo.
-No me parece que sea forma de tratar a su empleado.
-Mire, si no le gusta como trato a mis empleados, tomeselá de mi bar.
-Claro que me voy ya mismo de este bar de mierda, maltratan a sus empleados y dicen que el café no hace daño a la salud.
-Pero volá de acá forro
-Hijo de puta, negrero

Mientras el mozo entraba a la cocina, el cliente que quedaba se retiraba y el dueño del bar, molesto, acomodaba la mesa, una pareja entra, se sienta y pide la carta para hacer su pedido.

Foto: www.apataporelmundo.com

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ya van a ver


De camino a su trabajo en esa roñosa y oscura oficina del estudio contable donde tiene asignada la tediosa y denodada tarea de confeccionar facturas, Oscar piensa en todo aquello que hará cuando logre juntar el suficiente dinero como para no tener que ir a trabajar a esa roñosa y oscura oficina del estudio contable donde tiene asignada la tediosa y denodada tarea de confeccionar facturas.

Ya en la roñosa y oscura oficina del estudio contable, Oscar mira por la ventana y envidia la labor del repartidor del bar de la esquina...

Quién pudiera estar todo el día paseando por la ciudad y cobrar por ir a llevar comida, que además tiene ese olorcito que para qué te voy a contar que ya me acuerdo de las pastas de la abuela que ya se murió hace como cuarenta años pero como que la sigo oliendo. A la comida, no a la abuela, claro.
Y ni que hablar de las chicas, tan sueltitas de cuerpo mostrando el pupo, yendo de trámite en trámite mientras yo acá me cago de calor en esta roñosa y oscura oficina del estudio contable donde tengo asignada la tediosa y denodada tarea de confeccionar facturas.
El premio que me doy en este trabajo miserable es un café asqueroso a las tres de la tarde en la cocina-pasillo donde nos topeteamos el contador, la secretaria, la señora que hace la limpieza y yo. Pero ya van a ver cuando junte la plata suficiente y me pueda ir a ser lo que quiero ser. Un intelectual famoso, de esos que escriben y leen todo el tiempo en lugar de estar confeccionando facturas en una roñosa y oscura oficina de un estudio contable.

Cuando se hacen las cinco de la tarde Oscar junta sus bártulos, sale y apura el paso para alcanzar a tomar el primer colectivo de la hora y a la vez el último en el que no va a morir ahogado por el olor a chivo de los demás pasajeros que salen todos como malón a la misma hora y también apuran el paso para alcanzar a tomar el primer colectivo de la hora, pero no llegan.

El monoambiente lo estaba esperando con su hedor. Oscar llega, entra y abre la ventana que da al contrafrente para ver la pared del otro lado del pulmón del edificio.
Pero qué paisaje la puta madre, ya van a ver cuando me mude a un departamento con balcón al frente, cuando junte el suficiente dinero, cuando no tenga que ir más a trabajar a esa roñosa y oscura oficina del estudio contable donde tengo asignada la tediosa y denodada tarea de confeccionar facturas.

Sentado en el living, comedor, cocina, playroom del monoambiente que bien parece la jaula de un mono en cautiverio, Oscar observa la biblioteca en la que ya tiene unos cien libros.

Voy a empezar a leerlos, apenas pueda juntar el suficiente dinero para dejar de trabajar en esa roñosa y oscura oficina del estudio contable y tenga tiempo suficiente para leer como cien libros y después escribir para convertirme en un intelectual, de esos que leen y escriben todo el tiempo en lugar de estar confeccionando facturas en una roñosa y oscura oficina de un estudio contable. pero antes tengo que lavar la ropa, limpiar y prepararme la comida... y todavía no fui a hacer las compras... y tengo que ver en la tele que está el partido... y nunca me alcanza el tiempo... pero ya van a ver...

Tras completar todas las tareas Oscar se sirve una copa de vino de precio módico y reflexiona:
Ya van a ver el vino que voy a tomar cuando junte el suficiente dinero para no tener que ir a trabajar a esa roñosa y oscura oficina del estudio contable donde tengo asignada la tediosa y denodada tarea de confeccionar facturas... Oscar mira nuevamente la biblioteca durante algunos minutos, queda como hipnotizado y acto seguido, se queda dormido.

Suena el despertador y Oscar se levanta exaltado del sofá, se ducha, se seca, se viste, sale de la jaula de mono y apura el paso, mientras va pensando de camino a esa roñosa y oscura oficina del estudio contable donde tendrá la tediosa y denodada tarea de confeccionar facturas...

Imagen (eleconomistaamerica.com)