miércoles, 8 de junio de 2016

Kirchnerismo moribundo.


Políticamente el kirchnerismo está moribundo y sobrevive gracias a dos fenómenos.

El primero, la necesidad que tiene el gobierno de Mauricio Macri de continuar con la polarización de
sus antecesores para abroquelar a sus simpatizantes que pueden estar molestos por las medidas impopulares que han tomado desde que asumieron el poder.

Por otra parte, la figura de Cristina -más allá de su capacidad política que a esta altura muy pocos cuestionan- se sostiene por la pobre oferta de dirigentes que seduzcan al electorado.

El núcleo duro de adherentes al Frente para la victoria no supera en número a aquellos nostálgicos
que acompañaron al expresidente Menem en las elecciones de 2003 y que aunque le dieron la posibilidad de ganar por poco margen, de ninguna forma le podían asegurar una victoria en el ballotage (motivo por el cual el riojano desistió de la contienda "mano a mano" con Néstor Kirchner).

Más allá de que las medidas tomadas por el nuevo gobierno provoquen el desprecio de una buena cantidad de sus votantes circunstanciales (aquellos que votaron en la primera vuelta por Sergio Massa o Margarita Stolbizer, entre otros) no parece lógico que el kirchnerismo vuelva a conquistar un 50.1 % de votos nunca más.

El peronismo hoy se encuentra tan atomizado como en su momento lo estuvo la oposición al kirchnerismo y tal vez esa sea la principal razón por la que perdió de manera categórica las elecciones en diferentes provincias y ciudades importantes a manos de Cambiemos y que preanuncia una posible derrota en las legislativas de 2017 si continúa fraccionándose (Bloque Justicialista, Frente Renovador, FPV, etc).

En más de una oportunidad ha sido el espanto el que unificó posiciones. Por ejemplo, tras el fallido
intento de UNEN, Elisa Carrió, Ernesto Sanz y Mauricio Macri lograron conformar una propuesta
electoral que en la primera vuelta no cosechó una gran cantidad de votos pero que pudo triunfar gracias al espanto antikirchnerista.

De aquí a las elecciones del año próximo el gobierno tiene la oportunidad desde la gestión de controlar la inflación y recuperar la iniciativa con el inicio de obras de infraestructura que prometió en la campaña del año pasado. El famoso "segundo semestre" que en poco tiempo se convirtió en
"el año que viene" lo pone en una posición complicada ya que de no mostrar resultados, probablemente reciba un voto castigo, así como le sucedió a la Alianza de Fernando De la Rúa en el año 2000.

La oposición, por su parte, enfrenta el desafío de unirse priorizando a los dirigentes que
gozan de mejor imagen en la sociedad o continuar con la lucha de egos que lo ha llevado a la derrota.